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lunes, 12 de marzo de 2012

Soy Miguel Arcángel, el luchador contra el demonio

El Cielo se manifiesta a través de muchos instrumentos para que las almas despierten de su letargo y cambien su vida para su reconversión, pero si ellas no desean cambiar, no se puede hacer nada.
Hijos de Dios, el Cielo es quien os habla y lo hace a vuestro modo de expresarse, con vuestras mismas expresiones para que entendáis lo que os damos. No lo hacemos en un elevado lenguaje teológico, ni en una retórica que os confunda, lo hacemos con sencillez y a vuestro modo, para que nunca digáis que no entendéis los comunicados celestiales.
Pero vuestra respuesta a Dios es nula, pocos aprecian estos comunicados que nada nuevo traen que no esté en las Escrituras, pero que os pueden ayudar a vivirlas. Sin embargo, leéis los mensajes y lo hacéis someramente y no los reflexionáis, y así, mensajes y más mensajes que nada os aprovechan, ni alimentan vuestras almas, porque no sabéis aplicarlos convenientemente,
Las almas raquíticas de la gracia de Dios no comen el alimento celestial. Estáis hambrientos de gozos y desperdiciáis el maná celestial que os alimentaría como ningún otro alimento. Así pues, hijos de Dios, desperdiciáis el alimento santo para volveros a los alimentos podridos y contaminados que os da el mundo en novelas, escritos, o espectáculos televisivos que os dañan cada vez más, y os hunden cada vez más, en criterios mundanos y dañinos para vuestra fe y vuestra salvación. Yo soy Miguel Arcángel, el luchador contra el demonio quien os habla, y ahora por medio de este instrumento y a través de este escrito, os advierto contra el Maligno que os sugiere todo lo malo y pésimo para vuestras almas.
Yo os digo, hijos de Dios, que solo se tiene un alma y una vida y que no la malogréis, ni siquiera malograd un instante de ella, porque los instantes del infierno son atroces y horrorosos.
Que cada día vuestra vida de gloria a Dios y cada instante también. Imitad a vuestra Santa Madre que vivió solo por y para Dios y le daba gloria a cada instante. Yo, Miguel Arcángel, vuestro protector del espíritu del mal, os hablo. La paz de la Santísima Trinidad y el amor de María Santísima estén con todos vosotros.

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